Sobrevolando el sufrimiento.
Joaquín Mª Aguirre Romero

Son tantos los libros que se publican; son tantos los libros que quedan ocultos, sepultados por las oleadas de los nuevos libros, que, en ocasiones, la crítica se convierte en arqueología, en desenterramiento. La muerte definitiva de Pedro el largo, de Mireya Robles, se publicó en México en 1998. Demasiado tiempo para las páginas, absortas en la novedad, de los medios. Hoy ejercer la crítica es llevar un diario del día a día; diario lleno de olvidos, sacrificios, omisiones y desconocimientos. Afortunadamente, es la crítica la que está sujeta al calendario y no las obras, por más que se empeñen muchos. Hay obras que no merecen ni el olvido ni la invisibilidad, y ésta es una de ellas.

Acostumbrados como estamos a una literatura veloz, por muchas o pocas páginas que ocupen —veloz en su escritura, veloz en su lectura, veloz en su olvido—, La muerte definitiva de Pedro el largo es una novela de ritmo propio, un ejercicio de estilo plenamente personal. La primera impresión ante la obra es de sorpresa. Nos encontramos ante un texto que huye de las fórmulas convencionales, con múltiples planos de la acción y de una polifonía tejida como un tapiz preciosista. .... (Leer el artículo completo aquí)



Habitar el tiempo: Una mujer y otras cuatro , de Mireya Robles,
y la dimensión proustiana
.
Anna Diegel

Resumen:
Este ensayo enfoca el tema del tiempo en la última novela de Mireya Robles, Una mujer y otras cuatro, y en este sentido, la relaciona con las obras anteriores de la autora. También se establece un paralelo entre el concepto del tiempo de Robles y el de Marcel Proust. La novela de Robles es un « Bildungsroman » que describe el desarollo de una mujer homosexual nacida en Cuba en los años 30, y emigrada a los Estados Unidos en su edad de joven adulta. La protagonista principal está rodeada por una sociedad que la margina, y el libro muestra la evolución de su personalidad en el contexto social a través de unos cuarenta años.

“E l poeta”, escribió Fernando Pessoa, “no tiene biografía. Su obra es su biografía”. El escritor, dice Pessoa, es un “fingidor” y para él, la vida es sólo un pretexto para la literatura, la cual transmuta los acontecimientos vividos a otra substancia. Una tal “autobiografía fingida” es la novela de Mireya Robles, Una mujer y otras cuatro. Esta novela describe, en primera persona, la infancia, la adolescencia y la juventud adulta de una mujer nacida en Cuba a mediados de los años 30 y, unos veinte años después, emigrada a los Estados Unidos. Esta obra trata, en la primera parte, de la alegría de una niña de gran sensibilidad afectiva y artística al descubrir el mundo y después, gradualmente, de su desilusión con la vida. El tema principal de la novela es el desamor, la infelicidad y las tribulaciones a las cuales están expuestos los homosexuales en un clima de estrechez de miras y de intolerancia. La novela provee un retrato de una geografía y de una época bien definidas. Pero sobre todo, y comprendiendo todos estos temas, Una mujer y otras cuatro trata del paso del tiempo y de su efecto sobre el crecimiento de un ser humano, y de la conciencia de la transitoriedad de la vida, que nos incita a agarrarnos al pasado. En este sentido, la novela de Robles se relaciona con la de Marcel Proust A la recherche du temps perdu - En busca del tiempo perdido.... (Leer el artículo completo aquí)



Crítica de las novelas de Mireya Robles
. Varios Autores

Una recopilación de algunas criticas a las tres novelas de Mireya Robles que publicamos en este sitio web Hagiografía de Narcisa la bella, La muerte definitiva de Pedro el Largo, Una mujer y otras cuatro... (Leer el artículo completo aquí)



Más fuerte que la muerte: de Pedro Páramo a Pedro el Largo
. Anna Diege

Cuando, después de una larga agonía, finalmente muere Ivan Ilich, al personaje de Tolstoi se le aparece una luz que para él es la revelación de que la muerte significa una liberación de su triste condición humana, y que va a descubrir otra dimensión. Varios escritores han descrito el pasaje dramático de la vida a la muerte, ya sea una visión luminosa como en La muerte de Ivan Ilich o la transición a la nada, como en Madame Bovary, donde la heroína “dejó de existir”. Aun en textos como La muerte en Venecia de Thomas Mann, en el que el autor no se pronuncia en cuanto a la existencia o no-existencia de un Más Allá (en este caso, el autor usa la idea de una muerte presentida para que su personaje descubra su verdadera personalidad antes de morir), la muerte aparece como un fenómeno definitivo y sin regreso. En la visión tradicional del mundo occidental, la muerte es la Parca que corta el hilo de la vida y deja al hombre separado de sus semejantes en la tierra para siempre.

A esta concepción familiar de la muerte se oponen dos escritores hispanoamericanos cuyo parentesco intelectual, emocional y espiritual es evidente. Se trata de Juan Rulfo y de Mireya Robles y de sus novelas, Pedro Páramo y La muerte definitiva de Pedro el Largo. Las dos novelas comparten la misma dimensión mítica y poética. Ambas tienen raíz en un ambiente regional determinado, el estado de Jalisco, en el suroeste rural de México para Rulfo y en la ciudad y la región de Guantánamo en Cuba para Robles, aun si el personaje central de ésta se desplaza a otros marcos geográficos. El color y el sabor de estos ambientes se transmiten a través del lenguaje cotidiano de las dos regiones. Pero sobre todo, las dos novelas coinciden en la idea central de que la vida y la muerte no son entidades separadas, sino que coexisten en un solo mundo, en el que no hay fronteras entre lo natural y lo sobrenatural, entre la realidad y el sueño. Esta idea abre la puerta al realismo mágico. También, la noción de que la vida y la muerte son las dos caras de una misma realidad abarca un concepto flexible del espacio y del tiempo: así como se borran los límites entre la realidad y la imaginación, no existen fronteras concretas en el espacio o un fluir lineal en el tiempo. Espacio y tiempo se manipulan con una libertad subjetiva y total, reproduciendo el no-espacio y el no-tiempo de la muerte. ... (Leer el artículo completo aquí)

Para una lectura insular en la novelística de Mireya Robles. Mabel Cuesta. (Presentación de las novelas)

La isla cubana ha tenido una multitud de posiciones donde situarse al imaginarla. La Historia (como saber autoritario, autorizado siempre por los vencedores) y la de sus pensadores (¿acaso la misma?) ha sido una de las más recurrentes. Cuba (fantasía plena), como cualquier nación joven todavía se piensa, se define. Las típicas asociaciones entre isla y mujer, nación y mujer, la patria que es también y sobre todo matria, están en la literatura. En esa, feliz a ratos, a ratos dolorosa historiografía literaria, se inscribe y escribe la narrativa de Mireya Robles.
Una narrativa que se extiende en forma de relatos y un sólido momento seccionado en tres novelas. Un ente poderoso que podríamos llamar sin dudas “tríptico”...(Leer el artículo completo aquí)

Las pinturas de Mireya Robles. Anna Diegel. (Presentación de las galerías de pinturas)

“Dejo de sentirme sola cuando creo, cuando escribo',' ha dicho Mireya Robles. Mireya Robles es conocida como escritora, autora de poemas y de narraciones cortas, y de tres novelas publicadas entre 1985 y 2004. Además, al principio de su carrera literaria, Robles se dedicó a la pintura, brevemente, pero con apasionada intensidad. Las fotografías que siguen son el testimonio de su actividad creadora pictórica de aquel tiempo, principalmente entre 1961 y 1964, aunque algunos cuadros se fechan más tarde. Estas pinturas que constituyen una obra insólita, uniforme en su contenido temático y en su estilo, están basadas en una vida interior profunda. Recuerdan, en cierto modo, la obra de la artista sudafricana Helen Martins, quien construyó en su casa y en su patio un mundo imaginario de estatuas míticas, desde una aldea aislada en el desierto del Karoo, rodeada no sólo por la indiferencia, sino a veces por el desprecio de sus conciudadanos. Como Helen Martins, con la cual sintió una inmediata afinidad cuando la descubrió años más tarde, Mireya Robles creó su arte desde un desbordamiento interior, para conjurar la soledad y la tristeza, con poca esperanza de resonancia en los demás. “Hago rombos de colores para ciegos/ sólo hablo a los que no pueden oírme / todos se acercan cuando estoy dormida” escribía Robles en un poema de 1973 (1). Podemos esperar que el arte de Mireya Robles, como el de Helen, cuya casa con sus extrañas estatuas, después de muchos años de olvido, se ha convertido en un museo cultural sudafricano, se dé a conocer y llegue a conmover a los que se le acerquen... (Leer el artículo completo aquí)