La fuerza de las cenizas .....: Despojada de toda fuerza y llena de ella, la poesía de Mireya Robles es, a la par, escudo para la batalla y cobijo para el día después. Conocedora de la importancia de no sucumbir a la fuerza, traza un camino de soledad donde lo que niega, también queda establecido. La fuerza, la embestida feroz, de la que huye para que no le llene espalda y frente de asperezas y llagas, es la misma fuerza que mana de sus versos para encumbrarlos. Arrasadoras y arrasadas, sus palabras son péndulo sin reposo. Alejada de los otros, dormida cuando los otros se acercan, se muestra como quien ya ardió y enseña las cenizas propias que ella misma está obligada a esparcir. En la exposición de sus cenizas están la fuerza y la ausencia de ella . La pujanza de las cenizas no puede ser discutida. Parece suave pero es una suavidad que recuerda el vigor del leño que ardió y que por debajo aún está enardecido. Tiempo artesano y Solitarios del silencio se complementan. En Tiempo artesano la palabra fiera está empezando a ser amansada dentro de los límites de su propio cuerpo. Están redondeándose sus bordes, regulando sus gritos. Solitarios del silencio, agrupa textos que anuncian un paso sucesor y otro, el de poetizar la historia de la fiera ya mudada en el San Juan de Salomé, lista para convertirse en un ser extraordinario y casi litúrgico. Animales dolientes son sus poemas. Ira, miedo y lago en calma se escapan por el hueco de su ombligo , brotan, enseñan colmillos y heridas por entre las grietas de la garganta de la poeta. Contracciones a las que no se les puede medir latido, período de tiempo, ni intensidad son las que emanan de esta voz poética. Contracciones que parirán nunca se sabe qué señal nueva, renovada, mitológica o torcida. Poemas espejos que devuelven la imagen de los que nos asista la luz de asomarnos al azogue confidente y a la vez anunciador en el que se erige la tremenda y elocuente soledad de estas palabras. Laura Ruiz Montes |